miércoles, 13 de mayo de 2009

Aventuras posmodernas y encrucijada de Imaginarios

Por Eloy Martos Núñez. Coordinador general del Foro.

En sentido estricto, las sagas son un género épico propio del folklore y las literaturas nórdicas, de hecho, la voz saga se relaciona con la raíz en antiguo nórdico que designa la acción de “referir”, “narrar”, bien sea sobre hechos y acontecimientos, reales o ficticios, personas heroicas, familias o generaciones. En sentido moderno, las sagas ya no historias épicas de clanes, no; ahora, lo que está en juego es algo mucho mayor, como el propio universos que sirve de marco de la ficción, en “El señor de los Anillos”.

Así pues, el concepto moderno de saga es mucho más difuso, híbrido, “reciclado” incluso, rasgos todos ellos de la posmodernidad. Es cine y es literatura, es texto y es inter-medialidad. De hecho, el corazón de la historia no está en un solo lenguaje o soporte, sino que, como buena narración primordial, dispersa sus semillas en diversos formatos; lo que cuenta es que se hable de conflictos primigenios, de luchas entre fuerzas del bien y fuerzas del mal, entre seres de la luz y seres del inframundo. De ahí que que las sagas rezumen, al mismo tiempo, modernidad y tradición, ciberpunk y mitología, según los casos.

Las sagas enseguida coparon mercados como los juveniles gracias a fórmulas reiterativas, como las de la fantasía épica. Pero existe vida más allá de Tolkien, a pesar de que siga siendo como el faro que ha guiado a tantos escritores, incluyendo algunos españoles.

Hay otro problema que excede lo artístico. Decía L. Vax, el gran especialista de literatura fantástica, que los seres humanos somos menos originales de lo que creemos, en todos los confines “cuecen las mismas habas” de la imaginación.

Con todo, es verdad que el imaginario de la cultura anglosajona se ha ido imponiendo con el tiempo. Ya pasó, hace algunos siglos, con toda la imaginaría de la materia de Bretaña y sus múltiples novelas artúricas. Sea como sea, también en la ´época moderna, el imaginario preponderante es el anglosajón, sólo hay que ver las entregas de Star Wars.

Por ejemplo, los niños que aparecen en muchas de estas obras de éxito son remedos de “gentleman”, muy distante al niño o joven de la cultura mediterránea, bastante menos remilgado. Pensemos en Hércules, Juan el Oso o Eragon, o, en clave femenina, la Serrana de la Vera y todas sus adláteres, como Xena u otras heroínas al uso. Estos jóvenes son más primarios, emocionales, y esta simplicidad de carácter tiene que ver también con la inocencia. Ulises, otro héroe latina, se abre paso n o a la manera de Conan, sino usando su ingenio, en las antípodas del culto a la violencia que hay en muchas de las obras actuales.

Buscar raíces o enfoques distintos a los clásicos de la fantasía, supone indagar en estos nuevos territorios. En el I Foro Internacional de Sagas aparecen, no por casualidad, más de un par de decenas de escritores españoles de sagas. Cada uno se apropia de tradiciones y propuestas diferentes.
Estamos, pues, en la era de la complejidad, de la mezcla. No sólo entre tradiciones literarias diferentes, también a nivel de diferentes discursos. Las sagas han devenido productos del marketing más despiadado, como una “ristra” de libros que se venden en gran parte por su paratextos, estuches, etc.

En todo caso, los nuevos públicos tienen también su propia visión de la fantasía. Mientras los autores y editoriales hablan de derechos de autor, el público juvenil, el que frecuenta los blogs, juegos o fanfics, habita “universos compartidos”, y llega a recrearlos a su gusto, a veces siguiendo el esquema canónico que impone la editorial, pero otras veces al margen de éstos. El fan no es sólo un friki que grita, también es un adepto que tienen su propia voz.

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